Finalmente, Horacio Rodríguez Larreta se consagró como el próximo Jefe de Gobierno porteño y sucederá a Macri el próximo 10 de diciembre, dando otros cuatro años de continuidad al gobierno PRO. Una particularidad, sobre la que abundaron y abundarán los analistas políticos es que por primera vez desde que PRO es gobierno, la diferencia entre ambos candidatos en la segunda vuelta resultó escueta o al menos distó de ser lo holgada que fue en elecciones anteriores. El electorado castigó a la actual gestión en varias comunas y, aunque las razones de esto pueden ser diversas, el Subte constituye uno de los aspectos que están al debe de la actual administración. Surge de las propias encuestas de satisfacción de servicio encargadas por la propia Ciudad. Y quedó de manifiesto cuando en junio pasado, de cara a la primera vuelta, los dos postulantes de la oposición, Mariano Recalde y Martín Lousteau -particularmente este último- fueron muy críticos de las miradas del PRO acerca del transporte público. El propio Horacio Rodríguez Larreta reconoció, por lo bajo, esta realidad e intentó hacerle frente sin desmarcarse del estilo político del PRO. En contraste con las grandilocuentes promesas de Mauricio Macri en 2007, como la recordada construcción de diez kilómetros de Subte por año, lanzó una risueña iniciativa como la «Subtrenmetrocleta» y se concentró en objetivos más modestos, aunque más realistas: finalizar la construcción de la línea H, mejorar la frecuencia e iniciar la obra de la línea F. El ahora victorioso postulante no la tuvo fácil de cara al público a la hora de defender una gestión subterránea que desde 2012, cuando el Subte pasó a la Ciudad, quedó signada por una serie de aumentos tarifarios (aumentos que este año, en contexto eleccionario, prefirieron evitarse), el deterioro en la calidad de servicio, la ralentización del ritmo de expansión de la red, las demoras en la incorporación del prometido material rodante y la realización de cuestionadas compras y obras, como la polémica operación de la línea B. En este último aspecto, y proyectando los resultados electorales de las comunas sobre las líneas de Subte, el PRO alcanzó la victoria sólo sobre los barrios por los que atraviesa la línea D. Llamativo el caso de los ejes de las líneas A y B, las dos que mayores inversiones recibieron por parte del Gobierno de la Ciudad y sobre las cuales se montaron varios episodios de campaña electoral. Sin embargo, fueron contundentes las derrotas en ambos corredores, en especial el de la línea A donde en algunas comunas como la 5 el candidato de ECO, Martín Lousteau, alcanzó más del 54%. La crisis que la línea B atraviesa a raíz de incomprensibles decisiones por parte de la cartera que depende del ministerio que conduce Larreta no ha generado más que descontento entre los pasajeros, y esto se percibe desde encuestas y redes sociales hasta con dialogar con cualquier pasajero que aborda un CAF6000. Asimismo, la inadmisible frecuencia de la línea A y las reiteradas interrupciones y evacuaciones son los resultados de una pobre gestión que contrasta fuertemente con el discurso sostenido desde que la Ciudad asumió el Subte. El PRO deberá tomar nota sobre cuáles serán desde ahora las verdaderas prioridades: pintar murales de dudoso gusto o tomarse en serio la gestión del Subte, de una vez por todas.