El correcto planeamiento de una red intermodal de transporte es el único camino que permitirá a Buenos Aires alcanzar una movilidad acorde a sus necesidades, respetuosa del medio ambiente, rápida, segura y sostenible. El Metrobús puede ser adecuado para corredores de demanda media o como alimentador, pero el Subte debe cubrir los trazados troncales.
El Área Metropolitana de Buenos Aires tiene más de 14 millones de habitantes. Brindar un adecuado sistema de transporte resulta central en términos de capacidad y calidad, así como también en sus aspectos ambientales, de seguridad y de sostenibilidad.
El planeamiento adecuado de una red intermodal de transporte es el único camino que permitirá alcanzar estos objetivos. Cada modo debe ser analizado en función a su contribución al mejor sistema de transporte.
En este sentido, la ecuación costo-beneficio planteada en una nota aparecida la semana pasada en el diario La Nación es incompleta. El costo (inversión) y el beneficio (satisfacción del usuario), deben ser complementados con los costos en términos de accidentes, contaminación local (tanto en términos sonoros como de calidad del aire), contaminación global (gases de efecto invernadero), sin dejar de mencionar el impacto visual.
En este sentido, dado que los colectivos que circulan por el Metrobús son los mismos que estuvieron siempre y no se los reemplaza por buses ecológicos o de mayor capacidad (como las unidades articuladas y biarticuladas que se utilizan en otras ciudades latinoamericanas), la reducción de la contaminación es mínima, en tanto que la contaminación del Subte es nula. También en términos de accidentes es mucho mayor el número que se presenta en los buses, con o sin el Metrobús, respecto a los que ocurren en el Subte. En relación al impacto visual, está claro que el impacto que provoca el Subte es mínimo, comparado con el que provoca el Metrobús, que es realmente significativo.
Asimismo, el ahorro en el tiempo de viaje que se logra con el Subte es mucho mayor al que puede obtenerse con el Metrobús.
Otro aspecto importante es el impacto del tránsito de automóviles que el Metrobús desplaza a las calles aledañas a la avenida donde es implantado. En este aspecto, el beneficio percibido por los usuarios del Metrobús es compensado en gran medida por el perjuicio que perciben todos los ciudadanos que deben circular o que viven en sus inmediaciones, en calles antes tranquilas y ahora congestionadas.
El Subte aumenta claramente la capacidad de transporte en la ciudad sin afectar las capacidades del resto de los sistemas, incluso también las incrementa al disminuir la congestión en superficie, a diferencia de lo que tiempo atrás planteó el ministro Dietrich.
Por todos estos motivos es que en los corredores troncales el modo más adecuado para satisfacer las necesidades de transporte masivo es el subterráneo; el Metrobús puede complementarlo muy adecuadamente como alimentador. Además, puede ser un excelente modo de transporte en los corredores con demanda media, donde en las circunstancias actuales no se requiera un modo de transporte masivo.
En el corto plazo, dadas las urgencias para mitigar los problemas de transporte actuales, el Metrobús puede ser una solución razonable implantado en corredores importantes de la Ciudad, pero se debe tener plena conciencia que en el mediano y largo plazo, los problemas de transporte deben ser resueltos dándole a cada modo el lugar para el que es más eficiente, y en los principales corredores no cabe duda que el Subterráneo es el modo que se debe implantar; sólo de esta manera podremos tener una ciudad más competitiva, más vivible y más sostenible.